Sonidos que elevan

Mas allá de la sílaba sagrada oriental, OM se encuentran otros mantras que ayudan a aumentar la energía y encontrar la paz.

El maestro sufí Hazrat Inayat Khan escribio, “Quien conozca los secretos del sonido conocerá el misterio del Universo”, la repetición de ciertos sonidos, palabras o frases denominados mantras es un hábito común en casi todas las culturas milenarias.

Esos sonidos se interiorizan y arraigan por el poder que las personas les encuentra para concentrar la mente, calmar la inquietud, elevar la energía y curar. El más popular de los mantras es OM, la sílaba sagrada, el sonido primario y universal.

El origen de los mantras se remonta a miles de años atrás, inclusive antes del nacimiento de maestros como Buda. Los mantras tienen un efecto directo en el cuerpo, las emociones, los pensamientos y la mente.

El término deriva de la raíz sánscrita “man”, “manas” (“pensar” o “mente”), y “tra”, de “trai” (“proteger” o “liberar de algo que ata”). Es un instrumento para brindar sosiego y liberar la mente del flujo constante de pensamientos.

Es una alternativa de entretenimiento para gente de todas las edades en encuentros libres de humo, drogas y alcohol, y un camino para elevar los valores humanos y espirituales en la sociedad. Al cantar con otros se entona lo mismo, y las mentes se hacen una. Esa unidad genera una energía amorosa que purifica el sistema nervioso y el entorno.

Cuando el sonido fluye por el organismo afecta su vibración y posibilita el reordenamiento molecular. Ciertas combinaciones armónicas son interpretadas por el cuerpo como una clave para restablecer el equilibrio. El sonido es poderoso; posibilita superar cualquier bloqueo físico, mental o emocional.

Cuando se emplea en sistemas terapéuticos, trabaja sobre el síntoma y su origen, y llega allí donde el intelecto no accede. En muchas tradiciones el canto es la más potente de las modalidades musicales y la voz es la herramienta principal de armonía. El canto permite ejercitar la respiración y además nos convertirnos en nuestro propio instrumento expresivo, es liberador y también sanador.

Fotografía: Ronen Goldman