El ser humano es inconformista por naturaleza, pero la vida te va situando y según vas cumpliendo años te das cuenta de lo afortunado que eres realmente.
De pequeños no nos valía con tener nuestros juguetes, siempre queríamos aquellos que otros de nuestro alrededor tenían. Tus patines eran estupendos, hasta que descubrías esa bicicleta que el Viejo Pascuero había traído a tu amigo.
Llegada la adolescencia, pasábamos horas planchándonos el pelo porque nuestros rizos nos espantaban y anhelábamos tener el pelo liso , eso si nuestra amiga tenía el pelo liso y pasaba horas en la peluquería haciéndose espantosos moldeadores que le proporcionaban esos rizos ansiados de los que ella carecía.
Una vez comenzada la vida laboral, luchamos por ascender y posicionarnos y cuando lo conseguimos y tenemos un buen salario, con en el que en principio nos sentimos muy bien pagados, la frustración llega al enterarnos de lo que gana el de al lado.
Aspiramos a tener un buen computador, o el último teléfono móvil o ese reloj que hemos visto cientos de veces cuando hemos pasado por una vitrina … y, cuando ya lo tenemos en nuestro poder, nuestra mente comienza a crear la siguiente necesidad, no nos da tiempo a disfrutar lo que hemos conseguido porque ya estamos preparándonos para poder obtener el siguiente.
Es como la vida misma, generaciones de ”tu lo tienes, yo lo quiero”
Pero el tiempo pasa y cuando de verdad maduramos, encontramos el placer en las pequeñas cosas, disfrutamos simplemente con un día paseando por el campo, llenando nuestros sentidos de olores, colores, sabores… y dando gracias cada día por tener salud, realmente es lo importante.
Nos volvemos más prácticos, queremos un auto si, pero para transportarnos, buscamos mas la seguridad que otro tipo de razones menos lógicas que antes tanto nos importaban.
Ya no vendemos nuestra alma a cualquier precio. Intentamos pasar más tiempo con los nuestros, compartir más con los amigos. Trabajamos duro y apasionados, pero en lo que nos gusta.
Queremos vivir, porque durante muchos años nos hemos dedicado a desear y no a disfrutar.
Si fuéramos capaces de reaccionar a tiempo deseando menos y disfrutando mas, realmente alcanzaríamos muchos mas momentos de plena felicidad.
Fuente fatimamartinezlopez.com
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