Entrevista a Luis Muñiz, químico y psicólogo experto en buen humor, realizada para La Vanguardia, Barcelona.
—¿Usted de qué se ríe?
—De todos los sinsentidos. "El humor es el dolor que se ríe", decía Chaplin.
—Eso es triste.
—El humor nos protege de todo lo que nos deshumaniza o nos niega la alegría de vivir, al reírnos de las tristezas y las injusticias las superamos.
—Dicen que el humor cura.
—Hay una relación directa entre el humor y la salud. Reír nos cambia la química del cerebro y potencia el sistema inmunológico. Hay que entender de una vez que el ser humano sin preocupaciones no existe. Nadie puede brincar fuera de su propia sombra.
—Ni de su sufrimiento.
—Así es, entendiendo el sufrimiento como la diferencia entre nuestras aspiraciones y las dificultades con las que nos encontramos. El humor implica buscar lo positivo y siempre lleva implícito la libertad de expresión.
—¿Por qué nos reímos tan poco?
—Porque sacamos tiempo para no pensar, para pelearnos, pero no para comunicarnos y para jugar. Lo serio es la fuerza establecida, lo paralizante, lo que nos imponen. Hemos sido criados con la idea de que hay un único punto de vista sobre la realidad, que ya está definida y completa.
—Pero al humor no le gustan las normas.
—El humor es transgresión, nos obliga a crear una interpretación distinta de las cosas, por eso la religión y la política tienden a excluir el humor, al que temen más que a las bombas. Cuanto más dogmática es una sociedad, menos sentido del humor hay en ella.
—¿Estamos en una época oscura?
—Giovanni Papini dijo que la tragedia del hombre moderno no estriba en que le quiera vender el alma al diablo, sino en que el diablo ya no se la quiera comprar, y ahí es donde estamos, paralizados por el miedo, la inseguridad y la insatisfacción.
—¿Por qué perdimos el humor?
—Lo perdimos por el sentido de la autoimportancia. Estamos pendientes de que el mundo se ocupe de nosotros. Nos sobra ego y nos falta inteligencia.
—¿Cómo recuperar el humor?
—Desarrollando la agudeza de observación con una mirada positiva. Debemos aprender a reírnos de la realidad porque ahí nos va la salud. El humor está en la paradoja. Para recuperar el sentido del humor hay que desarrollar la imaginación. El humor está más ligado a lo poético que a lo racional.
—¿Tanto daño nos ha hecho lo racional?
—Nos ha metido en un callejón sin salida, porque nos niega las emociones y la afectividad. O tú te ríes de la realidad o descubres que la realidad se está riendo de ti.
—¿Tenemos un sentido excesivamente dramático de la vida?
El dramatismo implica sentirse más importante que los demás. La autoimportancia es autodestrucción. Tenga en cuenta que el humor es también la estética del desengaño.
—¿Qué es eso?
—La realidad siempre es distinta a lo que tú te planteaste y el desengaño amoroso es consustancial a la condición humana. La adversidad es parte de la vida y debe entenderse como un elemento que te fortalece. Como decía Ortega, la mente es un pájaro extraño que se alimenta de sus propios errores.
—El humor no implica tener más información, sino otro punto de vista.
—Así es, la mente crece por diferencias, nuevas percepciones que vas añadiendo.
Entonces, ¿sólo la inteligencia nos permite dejar de tomarnos demasiado en serio?
Cuando empiezas a observarte, a analizarte y a reírte de ti mismo, reconoces tus limitaciones, te das cuenta de cuán vulnerables somos y empiezas a funcionar distinto.
—¿El humor es un aprendizaje?
—La ciencia evidencia que si tú tratas mal una vez a un niño, requieres doce refuerzos positivos para compensar esa conducta negativa. Tratar una vez mal a una persona es suficiente para que deje de interactuar contigo, así que imagine cómo nos vamos machacando los unos a los otros.
—Y a medida que esa relación se normaliza nos deshumanizamos.
—Sí, nos volvemos indiferentes unos con otros. Sólo somos eficientes. Hay mucha sociabilidad, pero ninguna autenticidad en la comunicación. El psiquiatra Viktor Frankl decía que lo que más falta hacía en el mundo era humildad, y el humor es la humildad natural del ser humano.
—Pero el humor requiere ingenio.
—Se basa en él. Pero es un proceso. Se trata de ir desarrollando un sentido del humor que nos amplíe la conciencia de nosotros mismos y la relación con las demás personas.
—Relativizar, pero ¿cómo?...
—El humor implica la arqueología del presente, no se trata de poseer información, es un nivel de percepción del mundo, la capacidad de ver los contrastes, los sinsentidos. Requiere mucha espontaneidad, creatividad y un sentido de libertad tremendo. Es capacidad de asombro y de descubrir significado.
— ¿Y eso quién lo consigue?
—Visto desde nuestra realidad actual, parece imposible. Una hora de estrés equivale a cinco horas de trabajo físico, gastamos en un día la energía de una semana. Hay que sacar tiempo para preocuparse por los demás y reírse de las dificultades. Si tú tienes una relación sana y constructiva con la gente, siempre surge lo cómico de la vida.
—Sin la vida poco nos queda.
—¡Claro! Como decía Dostoievsky, a todos nos toca amar la vida más que el sentido de la vida. Un trato más humano, afectivo y un auténtico interés por los demás, nos ayudará a recuperar el sentido del humor.
Imagen: Joseph Polevoi
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