El Feng Shui está de moda. Es innegable. Cada día se publican libros, se dan charlas y se anuncian talleres y seminarios para todos los gustos y bolsillos no obstante, en la mayoría de los casos cabe preguntarse, cuando la información que se ofrece sobre este arte milenario es completa y veraz, y cuando la información que nos llega circunscribe al Feng Shui al terreno de la pura anécdota, con afirmaciones al estilo de “cambia el color de los peces de tu pecera y salvarás tu matrimonio”…
El Feng Shui por supuesto, no es esto. No consiste únicamente en cambiar la disposición de los muebles, en pintar con colores estridentes los dormitorios o en llenar la casa de fuentes y velas. El Feng Shui es una disciplina que estudia a nivel energético el comportamiento global de los espacios y de los sistemas por lo tanto, cuando se realiza con la adecuada metodología, sus estudios e intervenciones son también globales y abarcan, por supuesto, mucho más allá del mobiliario. Cuando la perspectiva es ésta, el Feng Shui se convierte entonces en una magnífica terapia para los espacios donde se aplica y por ende, en un método de armonización completamente natural (ya que sólo utiliza energía de la Madre Tierra) para las personas u organizaciones.
De hecho, el objetivo fundamental del Feng Shui es recuperar para cualquier edificio y entorno artificial, la armonía y el equilibrio energético que ya tenía cuando era un entorno natural para conseguir un balance energético suficientemente estable como para potenciar el desarrollo de la actividad humana en cualquiera de sus facetas.
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