Desde el latir de nuestro corazón, hasta el movimiento lunar cada veintiocho días, la vida y los seres vivos, estamos naturalmente sometidos a los ciclos biológicos.
Nuestros órganos también se ven regidos por un reloj interno, según el cual hay momentos de máximo rendimiento y actividad, y otros de reposo de su energía.
En la medicina tradicional china, es de siete a nueve de la noche (hora solar), la franja horaria en la cual el estómago se encuentra en un momento de mínima energía, este es el motivo por el cual se puede sentir la necesidad de ingerir algún alimento, y es este el periodo de tiempo más equilibrado y saludable para cenar, pues el sistema digestivo necesita recibir alimentos para equilibrarse.
Desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo
Invertir el orden alimenticio, haciendo desayunos más variados y generosos, y cenas más moderadas, es entrar en armonía con nuestro reloj interno, pues es por la mañana cuando todos los órganos están pletóricos y necesitados de un buen desayuno.
En cambio, a partir de las siete de la tarde que todo nuestro organismo, (aunque no nos demos cuenta), se empieza a preparar para el reposo, enlenteciéndose su metabolismo.
Ventajas que sean las cenas livianas
Además de que sean las cenas livianas, cenar temprano garantiza una mejor digestión y asimilación de los alimentos, evitando sobrecargar al hígado, padecer hinchazones, flatulencias y trastornos del sueño.
Comer más a menudo mantiene el nivel de glucosa en sangre más constante, evitando los momentos de desánimo y cansancio que a veces se tienen unas horas después de comer.
Es necesario para ello parar un momento y hacer un bocadito a media mañana y otro a media tarde (a parte de las tres comidas principales, claro)
El hábito de merendar una pieza de fruta, un puñadito de nueces y avellanas, y/o un yogurt, nos hará sentirnos con más ánimos durante la tarde y resulta más fácil cenar menos cantidad.
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