Si de chicos nos damos cuenta de que a nuestros padres no les gusta que pidamos más afecto, más contención o más presencia, probablemente aprendamos a esconder nuestras necesidades. Esto no es un cargo a los padres, quizás ellos no tengan cómo darnos lo que necesitamos, simplemente porque no lo tienen ni para ellos mismos.
Pero de todas maneras seguramente allí comenzaremos a tratar de no sentir nuestras necesidades como estrategia para aliviar el dolor de la frustración.
Practicaremos durante años ese plan de supervivencia: intentar no registrar nuestras necesidades. Y quizás un día hasta nos identifiquemos con esta manera de ser.
Entonces ya no es una estrategia, pasa a ser nuestra personalidad:
Yo no necesito nada, yo me arreglo solo. Nos quedaremos fijados en este planteo y olvidaremos lo que realmente somos. Olvidaremos lo que nos genera verdadera alegría, paz, gozo.
Jorge Bucay
Fotografía: Scott A. Woodward
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