El viajar por placer, vacacionar, o simplemente darse una escapada un fin de semana a un lugar turístico o no turístico, rompe con lo cotidiano y con ello la oportunidad de darnos una renovación a nuestro ser total, ya que vamos impregnando, desde con la mirada de nuevos paisajes, los olores y sonidos que emiten los mismos, ya sea que estemos en el mar, su olor a sal, en el desierto caliente y seco, de sol intenso y luna fría, en el trópico caliente con su exhuberancia húmeda, en la montaña fría e imponente, en el altiplano fresco y transparente, o en el bajío templado y acogedor, cada uno tiene su colorido especial, su aire, su sol, su sabor, sus sonidos naturales y musicales; sus dones especiales que se nos van ofreciendo como ofrendas, a nuestra vista, a nuestro olfato a nuestros sentimientos y las emociones que van despertando van enriqueciendo a nuestro ser. El alimento que de esa tierra germina y la cocina que cada región a creado para la alimentación y el disfrute de su gente que con el toque que la historia, tradiciones, clima y acción de quien cocina, conforman los platillos que degustamos y disfrutamos cuando nos damos la oportunidad de salir y viajar.
En ciertos momentos el corazón necesita buscar lugares con poesía, con alma, con profundidad, para encontrarnos o reencontrarnos. O también para el encuentro o el rencuentro de quienes amamos, y estos lugares pueden ser desde el desierto hasta el trópico, ya Albert Camus decía sobre el desierto, que el desierto es un lugar cargado de poesía y consagrado para todos los dolores del mundo. El desierto como consagrado, invita a la meditación, a decirme a mí mismo lo que necesito. En cuanto a la exhuberancia del trópico con su voluptuosidad, calidez y humedad, este invita a la ensoñación, a la fantasía y a la pereza. También con su respectiva poesía y su propia magia nos transporta a lugares recónditos de nuestro interior. Los dos extremos de la naturaleza para disfrutar. Y dentro de estos extremos toda una gama de paisajes y lugares que se nos ofrecen y que escogeremos de acuerdo con la ocasión, los recursos de que dispongamos, nuestra propia personalidad y gustos.
El desierto también llama, invita, como llamó a tomar el té a Outka, Mimouna y Aicha las tres muchachas del cuento relatado en libro, el Cielo Protector, de Paul Bowles, cuya mayor ilusión era tomar el té en el desierto del Sahara, que una vez que hubieron llegado ahí, escogieron el lugar mas prominente para tomar el té, y poder ver desde ahí, el lugar donde vivía su amado. El desierto tiene vida, belleza, magia y portento, pero también peligro.
Los viajes llaman al descubrimiento de nuevas tierras, descubrir sus misterios, sus paisajes, sus personas y costumbres, sus manjares, a gozar de lo novedoso, de lo desconocido, de la aventura, pero también a ser parte de los lugares adonde vamos, respetarlos e integrarnos lo mejor que podamos, con el paisaje, con el entorno; e informarnos de la historia, de las costumbres, del folclor, etc., para así conocer mas del otro y disfrutar más del viaje.
Autor: Edgardo Ayala
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